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Foto del escritorRedacción Cabildo Rocha 1811

Cuando navegar es necesario

Fuente: La Mañana


Cuenta Plutarco que en el año 56 a. C. se produjo una gran escasez de alimentos en Roma a causa, básicamente, de la ley del pan de Clodio, que habilitaba a cada ciudadano romano a recibir determinada cantidad de pan gratis, siendo todos los gastos cubiertos por el tesoro del Estado. Sin embargo, quien estaba a cargo de realizar los constantes suministros de grano para cubrir la enorme demanda de Roma no logró desarrollar un sistema logístico eficaz, por lo que, al cabo de un tiempo, comenzó a haber escasez de trigo y en consecuencia los precios del pan subieron. De esa forma, una porción considerable de la población estaba pasando hambre, al tiempo que el tesoro público iba disminuyendo. Entonces Cneo Pompeyo Magno, que era un reconocido líder militar y había sido cónsul de la República Romana, fue en una expedición a las provincias de Sicilia, Cerdeña y África con el objetivo de regularizar el suministro de trigo.

Plutarco escribe: “Creado prefecto de los abastos, para entender en su acopio y arreglo envió por muchas partes comisionados y amigos, y dirigiéndose él mismo por mar a la Sicilia, a la Cerdeña y al África, recogió gran cantidad de trigo. Iba a dar la vela para la vuelta a tiempo que soplaba un recio viento contra el mar; y aunque se oponían los pilotos, se embarcó él primero, y dio la orden de levantar el áncora diciendo: “Navegar es necesario, y no es necesario el vivir” (Navigare necesse est, vivere non est necesse) y habiéndose conducido con esta decisión y celo, llenó, favorecido de su buena suerte, de trigo los mercados y el mar de embarcaciones, de manera que aun a los forasteros proveyó aquella copia y abundancia, habiendo venido a ser como un raudal que, naciendo de una fuente, alcanzaba a todos”.

En efecto, la moraleja de la historia, que terminó por popularizar la frase “Navegar es necesario, y no es necesario el vivir”, es que a pesar de las dificultades y de los vientos contrarios es preciso actuar con determinación y claridad si se quieren alcanzar los objetivos mentados. Pompeyo, al enfrentarse la tormenta, asumió un elevado riesgo con el fin de alcanzar el mayor bien común posible: el bienestar de Roma. Siglos más tarde, este lema fue acuñado por los marineros y por todas aquellas personas ligadas al mar, ya que simboliza la necesidad de enfrentarse a las fuerzas de lo imprevisible. En definitiva, lo que Plutarco quiso transmitirnos a través de esta historia es que el navegar es una metáfora de la propia vida. Porque en la propia vida hay momentos en los que no solo hay que dejar de lado toda inacción y titubeo, sino que es necesario arriesgarse y tomar una decisión, cuyo peso en el futuro será decisivo para alcanzar cualquier objetivo.

Desde esa perspectiva, si analizamos y comparamos lo que ha sido la gestión actual con las gestiones realizadas por los gobiernos del Frente Amplio, en áreas como en economía, educación y seguridad, podemos ver que ha habido un avance en estos últimos años, pero que ha sido mínimo. E igual a la nave que sigue anclada en el puerto, segura de toda tormenta pero sin zarpar al mar, así nuestro país parece haber quedado en estado de inmovilidad durante décadas.

Porque si algo quedó en evidencia en la interpelación del día lunes, fue que, tras 15 años de políticas ineficaces del FA en materia de seguridad y rehabilitación, el costo de hacer un cambio real en el rumbo del Estado es altísimo. No solo a nivel económico, sino también humano. Por otro lado, gran parte de las medidas que se deben realizar conlleva un costo político ligado –obviamente– primero al temor a equivocarse, ya que la ciudadanía por lo general espera resultados inmediatos, y en segundo lugar al simple hecho de que cuando hablamos de transformaciones sociales obviamente se requiere una mirada a largo plazo que generalmente no coinciden con los tiempos políticos.

Mas también debemos admitir que las reformas que se han hecho son una pequeña parte de las necesarias, y en las áreas mencionadas si bien se ha adelantado algo, en la medida en que se han hecho algunos diagnósticos y se ha implementado algún que otro enfoque, los cambios todavía son muy exiguos.

De hecho, sobre el tema ligado a la problemática de las cárceles en Uruguay, uno puede percibir que, desde el primer gobierno del Frente Amplio, cuando se decretó la emergencia en materia carcelaria, hasta el segundo gobierno de Tabaré Vázquez, no se logró gran cosa y el número de muertes de personas bajo custodia por parte del Estado siguió incrementándose de la misma forma que el número de homicidios en la sociedad en general. Por lo que es perfectamente admisible el fracaso de las políticas públicas de seguridad implementadas durante ese período.

Sin embargo, durante esta legislatura, y más allá de que algún que otro índice haya mejorado, lo cierto es que lo realizado hasta el momento es totalmente insuficiente. Y hasta podríamos decir que en algunos aspectos la coalición de gobierno ha sido en muchos sentidos bastante timorata, sobre todo considerando la cantidad de propuestas que hizo Cabildo Abierto en materia de seguridad y de cárceles –que por uno u otro motivo el Ejecutivo no terminó adoptando, o bien las adoptó de una forma edulcorada–.

En efecto, cuando el senador y candidato a la presidencia por Cabildo Abierto, Guido Manini Ríos, expresó en agosto de este año que “tarde o temprano nuestras propuestas –en materia de seguridad– van a ser aplicadas” no se equivocaba. Porque si uno escuchaba al ministro Martinelli y a su equipo en la interpelación del lunes, el enfoque que se está tratando de aplicar para la rehabilitación en las cárceles es muy similar a lo ha venido proponiendo Cabildo Abierto desde el inicio de esta legislatura.

Entonces cabe preguntarse ¿por qué ha habido tantos cortocircuitos dentro de la Coalición Republicana en un tema tan importante y de interés general? ¿Es por los costos políticos?

El problema –como en la historia de Plutarco– es que hay veces en las que es necesario dejar de lado la inacción y los titubeos, y hacer lo que hay que hacer –no por un beneficio personal– sino por un mayor bien común.

Y en esa línea también podemos decir que ha pasado algo similar con la inseguridad financiera de los hogares uruguayos. Ocasionado en gran parte por el problema de la usura –permitida por la Ley 18.212 del astoribergarismo del año 2007– y por la negación del derecho a una deuda justa de una porción considerable del sistema político, que no ha querido ver en este problema, como en otros, la gravedad del asunto. Y aunque el sector financiero ha implementado un programa temporal y voluntario de reestructuración de deuda, principalmente a causa del bullicio que estaba generando este problema aun dentro de la academia, cualquiera puede intuir que lo realizado hasta ahora es insuficiente.

Porque la ciudadanía más allá de las limitaciones que le impone la vida cotidiana para pensar en política y actuar en consecuencia, sabe reconocer muy bien los problemas que la afectan, algo que muchos actores del sistema político parecen estar olvidando o perdiendo de vista.

Hay problemas que nuestra gente siente de muy cerca, y está esperando una respuesta que no llega. Así, la seguridad económica, la seguridad física, al igual que la educación para los jóvenes, y los cuidados para el adulto mayor son temas que tienen una enorme relevancia en la percepción de nuestra población. Y en la medida en que el sistema político les dé la espalda o no encuentre las soluciones eficaces para resolver estos aspectos cruciales de la vida social, los mecanismos de democracia directa seguirán replicándose.

Por esa razón, la entrega de firmas por parte de Cabildo Abierto en la Corte Electoral, el mismo lunes en el que el ministro Martinelli estaba siendo interpelado, fue, por un lado, un movimiento resolutivo que busca terminar de una vez por todas con un problema de larga data. Y, por otro, es consecuencia de una ciudadanía que actúa frente a la inacción o dudas de gran parte del sistema político, al que está finalmente diciéndole: Es hora de navegar.

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